Cuando pasaste tus tormentas,
Te mantuviste entero,
Sin caer en la bajezas del alma,
Aceptaste sentirte pequeño,
Y transitar esos caminos oscuros.
Agotado de sonreírle a la pared, te encontraste enamorado de todos menos de vos mismo. Eras blanco a tu alrededor, negro en tu interior. Tenias todos los sentidos pero ninguno agudizado; es por eso que de los miles caminos que se te presentaron, confundido te quedaste inmóvil. Así fue que las olas te pasaron por encima, mostrando lo frágil que sos cuando te rompías. Te arriesgaste a vivir, agarrado a infinitas manos, pero ninguna tuvo sentido y moriste.
Harto de tus propios consejos, con más problemas que soluciones, escuchaste una voz ajena, que te pedía determinación. Es así que tomaste para olvidar, y no te olvidaste de nada, solo de vos mismo. Cambiaste para probar y ni eso te salio. Y fue así, entonces que lo que antes había sido un riesgo, ahora era una decisión. Tu determinación.
Decidiste vivir y moriste al final, como era de suponer, porque es así como tiene que ser. Decidiste acostumbrarte.